El Camino del Cid (III) Tierras de frontera

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Esta es la segunda ruta de las once con las que cuenta el Camino del Cid y nos llevará desde Atienza (Guadalajara), hasta Calatayud (Zaragoza) siguiendo las huellas del Cid por las tierras de frontera entre la actual Castilla-León y Aragón. Una ruta de unos 254 kilómetros y tres días para realizarla en coche o moto.

Desterrado por el rey Alfonso VI, el Cid abandona Castilla y entra de noche, para no ser descubierto, en los territorios de la antigua taifa de Toledo. Este tramo comienza en Atienza, por entonces un puesto de avanzada musulmán y según el Cantar una peña “muy fuerte”, y prosigue hacia el Henares, donde los desterrados, necesitados de víveres, toman una población fortificada, identificada como Castejón de Henares o tal vez Jadraque.

Al mismo tiempo Álvar Fáñez, el lugarteniente del Cid, se lanza con doscientos caballeros a saquear el valle; esta correría es el argumento del Ramal de Álvar Fáñez.

La ruta prosigue hacia el noroeste, atravesando el desolado páramo de Layna, hacia el valle del Jalón, por un trazado muy bien descrito en el Cantar de Mío Cid. Las plazas musulmanas que pueblan su ribera, dedicadas a la agricultura, se ven obligadas a mantener a las tropas del Cid.

En la jornada 16 del destierro el Cid acampa frente a la villa fortificada de Alcocer (hoy un yacimiento arqueológico), muy cerca de Ateca, y tras un sitio de más de tres meses la conquista. En represalia, un ejército llegado de Valencia con 3.000 jinetes se enfrenta al Cid y sus hombres. Estos vencen en una de las batallas más feroces narradas en el Cantar, y los generales vencidos son perseguidos hasta Terrer y Calatayud. Con esta victoria el Cid acrecienta su fama y riqueza, necesarias para seguir su camino a tierras valencianas.

Este tramo también recoge una parte de los itinerarios seguidos por Jimena, sus hijas y la hueste del Cid en sus viajes a Castilla y Valencia; su epicentro es la fortaleza fronteriza de Medinaceli.

El viaje: qué vas a encontrar

Atienza, Guadalajara y Medinaceli fueron, hasta la desaparición del califato a principios del siglo XI, enclaves de gran importancia dentro de la Marca Media andalusí: puestos muy militarizados encargados de la defensa de la frontera así como del aprovisionamiento de las tropas andalusíes, que lanzaban desde allí sus ataques sobre los territorios colonizados por los cristianos.

Entre los años 1085 y 1104 sucumbieron a la ofensiva leonesa y castellana. Inmersos sin embargo en vastos espacios, poco poblados y frecuentados por ladrones y partidas armadas de muy diverso origen, continuaron siendo lugares peligrosos.

A principios del siglo XII Medinaceli era el eje que separaba los territorios castellanos de los de la taifa de Zaragoza, una brillante corte islámica gobernada desde 1036 por la dinastía hudí, de origen yemení. Los hudíes fueron patronos del Cid en más de una ocasión y mantuvieron la independencia de Zaragoza hasta que fueron conquistados por los almorávides en 1110.

En 1120 el rey aragonés Alfonso I el Batallador tomó Calatayud y la cuenca del Jalón. Sin embargo, este territorio no perdió su carácter fronterizo y fue escenario de conflictos entre los reinos de Aragón y de Castilla.

Prueba de este conflictivo pasado son los numerosos castillos, amurallamientos y atalayas -de muy diversas épocas y estado de conservación- que hallará el viajero en este tramo.

Destacan los castillos de Atienza, Jadraque, Pelegrina, Sigüenza, Medinaceli, Montuenga de Soria, Monreal de Ariza y, especialmente, al final del viaje, Calatayud: uno de los más importantes conjuntos amurallados islámicos de España.

La ruta, además, pasa por cuatro localidades declaradas conjunto histórico y/o artístico donde vale la pena deternerse: Atienza, Sigüenza, Medinaceli y Calatayud, así como por pequeños pueblos de ambiente rural y tranquilo (solo 10 de las 52 poblaciones de esta ruta superan los 400 habitantes) donde uno se siente cómo y seguro.

Como hecho singular, en este tramo, en la vega zaragozana del Jalón, aparecen los primeros ejemplos del mudéjar aragonés, declarado Patrimonio de la Humanidad.

El recorrido se caracteriza por su diversidad orográfica, ya que comienza en la Serranía de Atienza, a 1.320 metros de altitud, y finaliza en la vega del Jalón, en Calatayud, a 536 m. La ruta, en general, sigue los valles formados por los ríos Henares, Dulce, Tajuña y Jalón.

A partir de Medinaceli el paisaje se vuelve más árido, una verdadera tierra de frontera que, dependiendo de los tramos y de la época del año, nos llevará a pensar que estamos rodando por el escenario de un western medieval: extensas planicies que darán paso a una vega fértil, la del Jalón, y por último a un paisaje casi lunar de colinas de yesos y arcillas, en Calatayud.

La ruta atraviesa cinco espacios naturales protegidos: el Barranco del Río Dulce, las Parameras de Maranchón y de Layna (paisajes amplios donde puedes ver una gran variedad de aves esteparias, incluida la alondra de Dupont o ricotí), y los sabinares y riberas del Jalón. Desde la carretera algunos de estos espacios naturales no son percibibles por lo que te aconsejamos, en el caso del Barranco del Río Dulce, que te desvíes desde Sigüenza a Pelegrina (a 5 kilómetros), donde tendrás una panorámica de este impresionante cañón calizo donde el naturalista Félix Rodríguez de La Fuente hizo muchas grabaciones.

La buena mesa del Cid

La ‘ruta gastronómica’ comienza en la sierra norte de Guadalajara, donde puedes probar los asados de cordero y de cabrito asado (el más conocido, el de Jadraque).

La cocina tradicional en Guadalajara y Soria nos ofrece desde sopas de ajo a migas de pastor pasando por platos de temporada, como la caza y las setas.

Ya en la ribera del Jalón, la tradición aragonesa y la proximidad de la huerta nos invitan a saborear algunos de sus abundantes productos hortofrutícolas. Aquí la gastronomía tiene su epicentro en Calatayud, donde son típicos el ternasco, los estupendos garbanzos con congrio o los fardeles.

El vino de Calatayud, valorado por el poeta romano Marcial, ha evolucionado mucho: algunas de las bodegas incluidas en esta denominación de origen proponen caldos diferentes que sorprenderán al aficionado.

 Puedes rematar tus comidas con dulces típicos, como las yemas de Sigüenza, los tentadores bizcochos borrachos de Guadalajara, o las frutas de Aragón, confitadas y cubiertas de chocolate, sin olvidarnos de la reina de Guadalajara, la miel, en cualquiera de sus variedades y procedencias.

*Información extraída de https://www.caminodelcid.org.

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