Arre reúne a siete personalidades de Castellón en una cena para ensalzar el territorio

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Los asistentes disfrutaron de una propuesta gastronómica creada especialmente para la ocasión, que rendía homenaje al recetario local y a los propios invitados

“Castellón no está infravalorado, lo que tenemos es baja autoestima”, era la reflexión compartida por los asistentes a la singular velada que el restaurante Arre organizó el pasado miércoles, a fin de poner en valor un territorio pocas veces visibilizado. Una noche en la que los comensales del establecimiento de la calle Antonio Maura, en el centro de Castelló, no fueron los habituales, sino siete personalidades de la provincia con diferentes dedicaciones, que se sentaron en torno a la mesa para compartir su mirada sobre el territorio. En la conversación afloraron temas como los oficios, la sostenibilidad, la gastronomía o el turismo, todos ellos atravesados por una misma idea: la necesidad de reconocer el valor de lo propio.

Y es que el restaurante de Pedro Salas y Beatriz Villalba lleva muy dentro la identidad de Castellón, tierra que les inspira y les sostiene. No es casualidad que su casa se alce en uno de los edificios más antiguos del casco histórico de la ciudad: un horno del siglo XIV donde aún se conservan las palas originales y parte de la muralla medieval. Allí, entre piedra, fuego e historia, late la esencia de un proyecto que entiende la gastronomía como una forma de arraigo y de pertenencia. Y lo hace a través de una despensa eminentemente local, pero también un recetario basado en las elaboraciones clásicas, que se actualizan con una mirada y técnica que prometen su perdurabilidad en el tiempo. 

Precisamente bajo esa premisa nacía esta cena: una cita concebida como un homenaje al territorio y a quienes le dan voz. El encuentro, organizado en el propio restaurante, primero en formato tertulia, y después como cena degustación, contó con la presencia de siete expertos en diferentes disciplinas. En concreto, Alma Nebot, enóloga de Bodegas Flors en Les Useres; Ximo Riba, ceramista de Castellón; Alba Cebrián, productora de Malaerba; Francisco Segarra, interiorista y creativo de gran proyección internacional; Pablo Marqués, director de la Orquesta Sinfónica de Castellón; María Pitarch, periodista de El País Y Palmira Benajas, periodista de Onda Cero. El debate fue moderado por la también periodista Almudena Ortuño, quien fue recogiendo en un mismo relato las siete voces que, desde distintos ámbitos –el agroalimentario, la artesanía, la música o los medios de comunicación–, construyen y proyectan el relato de Castellón más allá de sus fronteras. 

Hacer de lo pequeño algo inmenso

La mesa redonda de Arre comenzó abordando la importancia de preservar lo local como una forma de estar en el mundo: más lenta, más cercana, más humana. “Para mí, lo local es riqueza”, abría el debate Alba Cebrián (Malaerba), marcando el tono de una charla en la que todos los asistentes coincidieron en la necesidad de reivindicar el valor del territorio. “Castellón es mucho más que playa y festivales”, apuntaba Alma Nebot, recordando que la provincia atesora una diversidad única: montaña, huerta, costa, gastronomía e historia. Esa pluralidad, sin embargo, solo cobra sentido cuando se reconoce y se defiende desde dentro, para así proyectarla hacia el exterior.

La idea resonó con fuerza entre los presentes: aprender a valorar lo propio es el primer paso. “Muchos chefs de todo el mundo utilizan productos de Castellón y, aun así, somos nosotros quienes menos lo apreciamos”, coincidían varios de los asistentes: “Tenemos que aprender a valorar lo que tenemos”. En la misma línea, Palmira Benajas, periodista de Onda Cero, añadía: “Si queremos proyectar que somos tierra de gastronomía, de música, de agricultura… tenemos que creérnoslo primero nosotros”. Y ahí emerge el tema del orgullo, en contraposición a cualquier tipo de complejo o baja autoestima.

Además del apartado culinario, también se reivindicó el valor de las artes y la cultura, así como de la industria, donde el principal puntal es la cerámica. Sin dejar de lado un tema tan actual como complejo: el turismo que, en su versión más masiva, transforma el alma de las ciudades. Lo que antes eran barrios con vida propia se convierten, poco a poco, en escenarios para el visitante, donde los vecinos ya apenas encuentran espacio para vivir. Benajas reflexionaba que Castellón todavía se encuentra a tiempo de aprender de otras ciudades. “Tenemos que mirar a otros lugares de España y decidir qué tipo de turismo queremos atraer”, apuntaba. Una reflexión que abre la puerta a modelos más sostenibles, basados en el enoturismo y en la puesta en valor del sector primario. “Combate más la despoblación un rebaño de ovejas que cualquier activación de turismo”, apostillaba Nebot.

Como mensajes para el futuro, sugerían trabajar en agilizar los trámites administrativos, fomentar una mayor divulgación de las iniciativas -“a los propios periodistas nos cuesta vender a los medios los temas con enfoque local”, confesaba María Pitarch-, y una concepción de la marca que acortara las distancias, a veces invisibles, pero palpables, entre Castellón ciudad y el resto de la comarca. “La imagen como ciudad y como provincia es muy distinta”, señalaba Pablo Marqués, director de la Orquesta Sinfónica de Castellón, quien sabe bien lo que significa trabajar desde aquí para el mundo, tras varios años desarrollando su carrera en Estonia antes de regresar a su tierra. Porque sí, muchos de ellos han tenido que realizar el camino de ida y vuelta a otros destinos, pero se encuentran en un punto vital donde están convencidos de que es posible trabajar “desde Castellón para el mundo”.

Aun así, todos coincidían en una idea esencial: Castellón, incluso en su núcleo urbano, es una tierra muy rural, y es ahí donde reside buena parte de su fuerza. Por ello, la importancia de reivindicar lo rural y resignificar “ser de pueblo” puede ser una potente apuesta de futuro. Alba Cebrián lo resumía en una frase: “Lo pequeñito es, precisamente, lo que debe hacernos inmensos”.

Un recorrido por el territorio

Tras el debate, Pedro Salas y Beatriz Villalba agasajaron a sus asistentes con un menú creado especialmente para la ocasión: un viaje por la despensa y el recetario de Castellón, que atraviesa el territorio desde el Mediterráneo hasta las montañas del interior, pasando por la huerta, los secanos y los oficios que dan forma a su identidad gastronómica. El menú, además, rendía homenaje a los propios invitados, tejiendo un diálogo entre sus oficios y la cocina. Algunas de las piezas cerámicas sobre las que se sirvieron los platos eran obra de Ximo Riba; el interiorismo del espacio lleva la firma de Francisco Segarra; y varios de los pases estuvieron acompañados por los vinos de Alma Nebot y el aceite de Alba Cebrián, presentados por ellas mismas durante la velada.

La minuta se articulaba en un aperitivo, cinco entrantes, siete principales, un prepostre y un postre. Entre los pases destacaron propuestas como caracoles con caracoles, una receta que rinde homenaje a este producto tan vinculado a la tradición castellonense; el cacau de pollo, un clásico de la casa; o el conejo, un plato que celebra tres emblemas de la Comunitat Valenciana: el esmorzar, la paella y la torrà. El cierre lo puso la figa de Albardà, un postre profundamente enraizado en la cultura local.

Los asistentes recibieron también una minuta personalizada y El libro de leyendas, un pequeño recopilatorio de historias y anécdotas ligadas a los ingredientes que dieron forma al menú, que en Arre siempre se reparte entre los comensales cuando piden el menú Vía Augusta. Porque aquí no se viene solo a comer: se viene a recorrer caminos. Así se llaman sus cuatro menús degustación —SendaRamalVía Augusta y Vía Verde (su propuesta vegetariana)—, que constituyen cuatro trayectos para descubrir, paso a paso, la riqueza de las comarcas castellonenses.

Arre: una historia de amor por Castellón

Desde su apertura en 2022, Arre se ha consolidado como uno de los proyectos gastronómicos más sólidos y con mayor alma de la Comunidad Valenciana. Ubicado en el centro de Castellón, el restaurante ocupa el espacio de un antiguo horno que Pedro Salas y Bea Villalba decidieron devolver a la vida tras la pandemia, con un bebé en camino y una convicción firme: quedarse para cuidar lo suyo. Su propuesta nace de la visceralidad y del instinto, de una cocina emocional profundamente vinculada al territorio. Trabajan desde la cercanía, con respeto hacia los pequeños productores y hacia una tierra que entienden como parte de ellos mismos.

En apenas tres años de trayectoria, Arre ha cosechado múltiples reconocimientos. A su recomendación en la Guía Repsol y su reciente inclusión en la Guía Michelin, se suman el galardón a Mejor Tapa en la Ruta de la Tapa de Castellón 2024 o su mención en la lista de Los 55 mejores de Santos Ruiz. Premios que confirman lo que muchos ya intuían: que Arre, como Castellón, no es cosa menor.

Sin embargo, más allá de distinciones, lo que distingue al proyecto es su autenticidad, una palabra que protagonizó la velada con distintos agentes del territorio, mediante la cual se vino a reivindicar Castellón desde su gastronomía. Una cita que respiró respeto, emoción y verdad. Más que una cena, presenciamos un acto de pertenencia, una forma de mirar al territorio desde dentro y de reconocer a quienes mantienen viva su identidad. Porque la gastronomía es, también, una manera de proteger lo nuestro.

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